Los recientes acontecimientos en Latinoamérica nos llevan a pensar la urgencia de profundizar sobre nuestras democracias. Sin duda esta es una tarea de primer orden en la trayectoria educativa de los y las estudiantes. No obstante, es todavía escasa la participación que se da a niños, niñas y jóvenes en la evaluación de sus propios aprendizajes, mermando con ello su autonomía y posibilidad de aprender en colaboración con sus pares. Asimismo, a nivel de políticas evaluativas, los actuales movimientos sociales dan cuenta de la gran distancia que existe entre quienes toman las decisiones acerca de la educación a nivel macro y quienes viven la educación en las escuelas, lo que en evaluación se traduce en sistemas que son percibidos como ajenos, impuestos, descontextualizados y poco significativos para el trabajo pedagógico. Es aquí donde las políticas y prácticas evaluativas pueden cumplir un papel importante en la formación de ciudadanías diversas en el contexto local y global, desde espacios de reflexión sobre las formas que adquiere la evaluación a nivel de aula e instituciones, qué papel juegan estudiantes, docentes, padres y madres en ella y cómo las instituciones abren espacios de mayor democratización en y para las comunidades educativas. Nos  preguntamos, entonces: ¿Cómo profundizar estas experiencias desde políticas y prácticas evaluativas que pongan al centro claves democráticas como la legitimidad, la participación y la representación de tod@s los actores?